Sobre la política de la violencia y la violencia de la política

Barricadas que cortan calles, cócteles molotov llenando el cielo, palos y cascos como respuesta a cargas policiales. Todo ello parece haberse instalado en la idea generalizada de que "desprestigia" una manifestación, una causa o un movimiento social. Nada más lejos de la verdad. En el siguiente artículo, trataremos de diseccionar el uso que se le da a la violencia en las causas sociales y políticas y si es cierto que el cambio social puede llevarse a cabo sin necesidad del uso de la violencia.

La violencia social en la historia

Cuando hablamos de movimientos por los derechos humanos, civiles o sociales, hay miles de nombres que vienen a la cabeza de gente que hizo uso de la no violencia para conseguir un mundo más justo. Martin Luther King, Mahatma Gandhi, John Lennon, Albert Einstein, etc. Si analizamos con delicadeza las vidas, mensajes y acciones de cada una de estas personas, tal vez comprendamos mejor el uso, la necesidad y la justificación que tiene la violencia en determinados casos.

Tomemos como ejemplo a Martin Luther King. Su discurso anti-racista, que reclamaba derechos humanos para los afroamericanos es una inspiración para todos aquellos que creemos en la igualdad de razas. Todos sabemos cómo recorrió Estados Unidos, hablando a las masas negras sobre la opresión de su gobierno fascista y cómo debían emprender manifestaciones pacíficas para la reclama de un mejor trato social. El movimiento de conquista de los derechos civiles empezaría con Rosa Parks hace años y culminaría con la aprobación de la agenda legislativa de Kennedy por parte del presidente Lyndon B. Johnson en 1963.

Existen dos soluciones para que surja un estado socialista que ponga coherencia en esta estupidez de sistema que está lentamente derrumbándose. La primera, y la más probable (pero poco probable), pasa por una concienciación masiva de la población, una cultura marxista que llega a las masas y les hace ver el eterno juego del ping pong entre PSOE y PP, haciendo una masiva migración de voto a un partido de verdadera izquierda (ya sea socialista o comunista) que comenzará las pertinentes reformas económicas (nacionalización de la banca, expropiación de empresas y tierras mal explotadas para paliar el paro, lucha contra el fraude fiscal y la economía sumergida, etc.) tal y como se dio en Venezuela hace unos años con el camarada Chávez.. Por supuesto, tenían sus fallos, como un cierto punto sexista dentro del Partido de las Panteras Negras o el segregacionismo de Malcolm X, fueron ellos los que hicieron temblar a los caciques, puesto que si la no-violencia y el activismo pacífico no funcionaban, si la situación no cambiaba, la chispa podría extenderse y finalmente desembocaría en un verdadero conflicto violento.

Por ello, en este caso y en todos aquellos de no-violencia activa, lo que hace cambiar la sociedad no es el movimiento no-violento en sí, sino el miedo a represalias violentas por parte de los afectados. Se puede ver de nuevo en Mahatma Gandhi, cuyo movimiento por la independencia de la India fue altamente respaldado por movimientos revolucionarios que hicieron uso de la violencia en contra del imperialismo británico, véase el Ejercito Nacional Indio (a pesar de que éstos se aliaran con el Eje durante la Segunda Guerra Mundial).

El uso de la violencia para el avance de la sociedad forma parte de nuestra historia y no podemos renegar de ello, prueba verificable de ello es el antecedente histórico de la organización de los medios de producción actual, es decir, la revolución francesa. La constitución, la libertad de expresión, religión, prensa e ideología, el fin de la monarquía absolutista y el avance (lento y corrupto) de la democracia y los derechos humanos y de los trabajadores vienen de una sangrienta revolución francesa que acabó decapitando a la familia real francesa y asesinando miles de personas que en primera instancia podrían considerarse inocentes por el simple hecho de oponerse a la revolución.

Más violenta, y más efectiva sería la revolución bolchevique que tras librar al pueblo ruso de la dictadura absolutista zarista, avocada al desastre, daría de comer a su pueblo como ningún otro zar o pope ortodoxo lo hizo antes. Haciendo avanzar tremendamente los derechos laborales y las condiciones de vida del pueblo. La historia se repite en cientos de países con cientos de situaciones, Pancho Villa, Emiliano Zapata, La revolución mexicana, la revolución cubana, la guerra civil Española, la guerra civil Estadounidense, etc. Se hace evidente pues, que la violencia no sólo forma parte de nuestra historia, sino que además, tristemente suele ser la única alternativa. 

¿Qué es la violencia y quién la ejerce?

La violencia usada en muchas ocasiones como palabra comodín sin sentido alguno, para extrapolarla y alinarla, es en muchas ocasiones parte de nuestra vida. A pesar de que nos lo hagan ver de diferente manera, la policía, los antidisturbios, el ejército, son instrumentos de violencia y de opresión. Instrumentos de violencia y opresión utilizados por el estado y "autorizados" y tolerados por la población. Por lo tanto sacamos la conclusión de que la policía y el ejército es un instrumento de violencia del Estado contra sus enemigos, ya sean internos o externos.

Viviendo en la sociedad escasamente democrática en la que vivimos, en la que nos hemos quedado en la representatividad de los políticos en vez de su escrupuloso control, es más que evidente que el Estado, si bien no se ha burocratizado completamente, es un órgano independiente de la población y de las clases bajas, que usa la violencia de la policía para actuar según le plazca (en favor de la burguesía que les maneja y controla, entiéndase). Todo ello queda patente en los constantes desahucios, torturas, falta de libertad y acoso a la población que se opone al sistema reinante, a los que exigen los derechos que les corresponde como seres humanos y a los que, simplementes, ya no les son útiles a la clase dominante.

Llegado a este punto cabe preguntarse ¿quién ejerce la violencia contra quién?

Combatiendo el fuego con fuego

A pesar de que, reformismo a parte, creo profundamente en la revolución a través del proceso "pacífico" (no a través del diálogo, por supuesto), los enfrentamientos entre civiles y policía no son un brote violento que desvirtúa una protesta, un proceso o un derecho. Son un movimiento de respuesta ante los abusos que estos mismos mercenarios emprenden contra las clases bajas bajo el mandato de sus dueños burgueses. Como firme demócrata (y persona de sentido común) creo en la defensa propia, y el uso de la violencia en las protestas no es más que defensa propia. 

La precisa descripción de la estrategia de tensión en los países capitalistas desarrollados que el camrada Lenin daría hace un más de un siglo demuestra que la conquista del poder estatal a través de la revolución violenta no es posible en países donde el proletariado goza de cierto nivel de vida (comparado con países del tercer mundo) por lo tanto, el uso de la violencia no es ni siquiera un medio para la revolución, pero tampoco es un medio que la desvirtúe, pues en países donde la lucha de clases sea más marcada, es posiblemente la única alternativa.

Los maderos... ¿no son obreros?

La defensa del "enemigo" de la población más habitual, que ha penetrado hasta en la mente de las personas con los principios más pacifistas es de tal simplicidad, de un cinismo tan agudo y vomitivo que desvirtúa el noble arte de la dialéctica. "Ellos no quieren hacerlo, pero es su trabajo". Agachar la cabeza ante el patrón y obedecer como un perro no es la respuesta a mejorar la situación actual. Es la respuesta a mantener el orden impuesto, ¿pero a qué precio? ¿merece la pena vivir en "paz" a cambio de un sueldo digno, de un futuro para tus hijos? ¿merece la pena vender a tu clase a cambio de un sueldo, ganado a base de apalear chavales en la calle y desalojar pensionistas de sus casas?

La respuesta queda clara. La objeción de conciencia no sólo es un derecho. Es un deber. Es el deber de todo proletario levantarse en contra del patrón cuando este pretende abusar de un compañero. Seas policía, jornalero, inmigrante o español, el internacionalismo obrero es un deber de todos. En el momento que te vendes por un sueldo a fin de mes, y levantas la porra contra tus hermanos, dejas de pertenecer al proletariado. No tienes clase, te has vendido, has traicionado a los tuyos. No son policías, son mercenarios. Y como tales, hacen lo que les dicen por un sueldo. 

Ya lo dijo Marx, el obrero está más necesitado de respeto que de pan. Y si un policía vende hoy su dignidad por un trozo de pan, que agache la cabeza mañana, pues volarán piedras en las calles. Y él deseará haber estado en el lado contrario.